Eligió el silencio de una antigua puerta
sin más compañía que la inercia
que se habitúa al olvido.
Era más fácil acomodarse
a los instintos de la vejez
que apostar a la verdad de lo que no existe.
Como una mujer que nada espera
la vida pasa de moda por su rostro
y noche adentro bebe con la sed
indescifrable de su juventud
con la aparente inocencia de quien interroga
por primera vez a los espejos.
Definitivamente sola
la verdad no tiene prisa en conocer
sus pormenores.